Seguramente muchos de vosotros habréis escuchado algo sobre la importancia de establecer límites, la baja tolerancia a la frustración, la escucha activa, etc.
Estos conceptos y otros muchos más se generan y son consecuencia de la educación que damos y reciben nuestros hijos. La educación, así como el apego (vínculo) que se ofrecerá, irán en función de las experiencias previas recibidas como hijos. En ocasiones imitaremos los modelos educativos y la cultura de nuestros progenitores y en otras los rechazaremos.
Es importante atender y ser conscientes del trato y la clase de educación que queremos ofrecer, así cómo el estilo educativo qué queremos transmitir. Pero ¿por qué es tan importante el saber educar?
La educación tiene efectos significativos en el desarrollo de la personalidad, sociabilidad y comportamiento, es clave para el proceso de humanización de los individuos. El ser humano necesita relacionarse con el mundo que le rodea para poder sobrevivir, cooperando y colaborando con los otros individuos.
Pero ¿Qué son los estilos Educativos?
Los estilos Educativos, son la forma o método que tienen los padres/cuidadores de actuar respecto a sus hijos en su día a día. Es decir, todo lo que se refiere a tomar iniciativas, decisiones, resolver problemas, etc. Con estos estilos educativos regulamos las conductas y marcamos una estructura.
Encontramos diferentes estilos: Autoritario, Democrático, Sobreprotector/Permisivo y Negligente. Cada familia optará por una tendencia de estilo más que por otra, no quiere decir que la familia se sitúe en uno de manera exclusiva. (Puede ocurrir que la madre sea autoritaria y el padre se muestre muy permisivo para compensar y contrarrestar).
Cada estilo educativo complementa las normas y límites con el acompañamiento emocional y afectivo.
Combinando cuatro ejes, en función de menos a más o de más o menos, se irán determinando los diferentes estilos educativos: CONTROL, COMUNICACIÓN, AFECTO, EXIGENCIA.
Veamos la definición de cada uno de ellos:
Estilo Democrático: En este estilo, los padres tienen capacidad de auto control hacia sus hijos, les muestran madurez, comunicación y afecto. Se refuerza la individualidad, autonomía y sobretodo se trabaja en la autoestima. A la hora de establecer normas o indicaciones se dialoga y se les hace partícipes de todo. Se negocian, se consensúan y se toman decisiones todos juntos.
Las relaciones entre padres e hijos se basan en el respeto mutuo y el acompañamiento. Los conflictos tienden a ser poco frecuentes y leves.
Veamos unos ejemplos:
Una hija incumple la promesa y el trato que le había hecho a su madre de limpiar la habitación. A la hora de salir la madre decide irse sola, aunque la hija llore y vuelva a prometer que esta vez sí cumplirá. La madre toma esa decisión, ya que no ha cumplido con el trato, ignorando las conductas de la hija. (Tras haber dialogado con su hija y explicándole la decisión tomada).
Un padre recoge a su hijo en el colegio, se queda charlando un rato con otros padres y madres. El hijo no para de preguntarle cuándo se van a ir, interrumpe conversaciones, se enfada... El padre decide ignorar la conducta y seguir hablando. Cuando su hijo no interrumpe se dirige a él
diciéndole que cuando termine la conversación se irán, por más que patalee o interrumpa no modificará la conservación que tiene con otras personas.
Estilo autoritario: En este estilo educativo, el padre/madre o ambos, utilizan una fuerte disciplina. Establecen muchas
normas, las cuales son rígidas, estrictas y no hay opción a negociarlas. La relación con sus hijos es muy rígida y con mucho control. Sino se cumplen hay sanciones, castigos, amenazas e incluso pueden llegar a ejercer la violencia. En general prestan poco apoyo a sus hijos. Imponen más castigos que premios y suelen criticar e infravalorar a sus hijos «Es que eres más tonto» «Qué inútil eres».
A la larga éstos suelen desarrollar problemas de autoestima y autonomía, puesto que los padres nunca han tenido en cuenta sus necesidades o su estado emocional, son obedientes a sus progenitores, así como también, tienen dificultades a la hora de tomar decisiones y resolver problemas. Son poco espontáneos y curiosos. En algunos casos, puede suceder todo lo contrario, hijos agresivos e impulsivos, que se muestran en rebelión constante por un fuerte sentimiento de impotencia, así como también de frustración y culpabilidad por no conseguir la satisfacción y orgullo de sus padres. De manera general, a corto o largo plazo, suelen mostrar síntomas de ansiedad.
Veamos unos ejemplos:
Una hija no cumple con la promesa y el trato que le había hecho a su madre de limpiar la habitación. A la hora de salir, la madre se enfada con su hija y la castiga sin ver la televisión toda la semana.
Un padre recoge a su hijo en el colegio, se queda charlando un rato con otros padres y madres. El hijo no para de preguntarle cuándo se van a ir, interrumpe conversaciones, se enfada...El padre se enfada y le repite varias veces que se calle porque está hablando, utilizando un tono de voz elevado y al no callarse le dice “Sigue así y verás tú, que te vas a enterar al llegar a casa”.
Estilo Permisivo: En este estilo educativo, predomina más la comunicación y afecto que no tanto los límites, normas y control. En general son poco exigentes y tratan de evitar que sus hijos se enfrenten a dificultades de la vida. Se muestran hijos impulsivos, con mayor tendencia a la curiosidad, inconformismo, desobediencia. Se muestran muy dependientes y con dificultades para el esfuerzo, mostrando baja tolerancia a la frustración, ya que todo se permite y tolera.
Veamos unos ejemplos:
Una hija no cumple con la promesa y el trato que le había hecho a su madre de limpiar la habitación. A la hora de salir la madre decide irse sola, la hija llora y vuelve a prometer de que esta vez sí cumplirá y que le de otra oportunidad. Finalmente la madre calma a su hija y la ayuda a limpiar su habitación. O también, finalmente la madre se la lleva a comprar con la promesa de que mañana limpiará su habitación.
Un padre recoge a su hijo en el colegio, se queda charlando un rato con otros padres y madres. El hijo al preguntarle cuándo se van a ir porque no quiere aburrirse, el padre deja la charla para otro momento evitando ese espacio porque no quiere que su hijo se aburra y llegue a enfadarse.
Estilo Negligente/Indiferente: En este estilo educativo, el padre/madre o ambos, prácticamente no se implican en la educación de sus hijos. No practican de forma coherente ningún tipo de disciplina. No proporcionan estabilidad emocional, lo cual genera hacia los hijos dependencia emocional. No hay normas, límites ni control. Se muestran muy distantes, y los hijos se sienten desarraigados hacia éstos. Se muestran con carencias de autoconfianza y responsabilidad, dificultades para el esfuerzo.
A la larga son hijos muy infelices, los cuales pueden presentar conductas antisociales y delictivas, así como también muestran una mayor predisposición a padecer trastornos graves de conducta y psicológicos.
Veamos unos ejemplos:
En este caso, no se habría realizado ningún tipo de acuerdo ni promesa entre madre e hija. La habitación, al ser el espacio de la hija, es la única responsable de tenerlo limpio y ordenado. La madre no interviene ni interfiere.
En este otro caso, el padre no recoge a su hijo en el colegio, el hijo es “auto suficiente” y “autónomo” como para ir y volver solo del colegio a casa. El padre no mantiene ningún tipo de
No debemos obviar los cambios sociales y culturales, como también los cambios en los modelos de familia que se han ido produciendo a lo largo del tiempo, generando un impacto en la educación y por consecuencia a los estilos educativos y su crianza.
Tiempo atrás el concepto “castigo” estaba muy normalizado y aceptado por la sociedad. El padre o madre que reñía a su hijo no dudaba en sacarse el cinturón o la zapatilla. Ocurría también con el profesor que castigaba al alumno utilizando la violencia tanto física como verbal.
Si los padres o maestros usaban la violencia era porque el niño/a “Se lo merecía” o “Algo malo había hecho” y así aprendería la lección. “La letra con sangre entra”.
Hoy en día, estas conductas son impensables puesto que la jerarquía de la autoridad ha cambiado, siendo ésta más horizontal que vertical.
Otro factor importante de cambio fue la incorporación de la mujer al mercado laboral.
En la actualidad, ambos progenitores trabajan, dejando a sus hijos a cargo de los abuelos y de los colegios (comedor, extra escolares…). Este aspecto interfiere de manera negativa respecto a cómo educar y convertirse en figuras de referencia para sus hijos. Los progenitores muestran una preocupante carga de responsabilidades y horarios que dificultan la atención y tiempo para poder compartir con sus hijos. Al tener demasiadas “cosas en la cabeza” suelen recurrir a la televisión o a juegos para que les puedan entretener (aunque, en ocasiones, no estén muy de acuerdo con la filosofía de éstos) y así poder terminar una de las mil tareas pendientes que tienen tanto fuera como dentro de casa.
La tecnología, los medios de comunicación...también influyen de manera directa en este proceso evolutivo de la Educación. Hoy en día muchos hijos se “educan” viendo tutoriales por YouTube.
Sabemos que la educación perfecta no existe, pero vale la pena hacer una reflexión sobre el asunto. Observamos que el estilo democrático es el más óptimo para poder llegar a ser una familia funcional y sana. Equilibrar el afecto con la disciplina, es imprescindible para crear futuros adultos felices. Lo más importante es poder compartir y dedicarles tiempo a nuestros hijos.
ESTAR con ellos y ACOMPAÑARLES, siendo sus REFERENTES y GUÍAS en el transcurso de su vida.
BIBLIOGRAFÍA:
Minuchin, Salvador (2001). Familias y terapia familiar. Editorial Gedisa.
Ruiz, C., & Esteban, M. (1999). Estilos de educación familiar y estrés. Familia y Psicología de la Salud. Madrid: Editora Pirámides.
Marta Orcera Duel